miércoles, 7 de noviembre de 2007

Zantos Bobainaz

LA VERDAD SEGÚN ZAN ZAPATERO, que seguramente heredó las botas de Alcalá Zamora, presidente de la república llamado cariñosamente “El Botas” y que decía querer una república consagrada al Sagrado Corazón. Naturalmente, fusilaron el monumento de Jesús. Y luego, lo volaron. Cuando el socialismo destruye lo hace a fondo.

Tras la sentencia del 11-M, el Psoe y el Comunismo nos han ilustrado suavemente: la justicia ha dado con la verdad de aquellos atentados. Las sentencias son la verdad sobre una cosa u otra. Y me parece cierto. En tanto llegue el Juicio Universal, lo más cierto con que se puede topar un hombre es con la pronunciación de un tribunal. La verdad legal es la que dicen los tribunales.

Por eso, porque los Socialcomunistas han manifestado esta creencia justa, sorprende que no la apliquen en otros asuntos, como el de la memoria Histórica: En virtud de la pena de muerte que tenía legislada la República, tanto para la jurisdicción militar como para la civil, fueron ejecutados asesinos probados -y confesos en su mayoría-, tanto durante la recuperación de muchas provincias donde los estragos “rojos” habían sido terribles, como tras la rendición de los ejércitos leales a Stalin, que se había empeñado en hacer de España la “Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas”. (sic) y nos envió lo más conspicuo de su NKVD, la antepasada de la KGB.

En Barcelona llegó a haber 500 cámaras de tortura. Se las llamaba Chekas en entrar en ellas era casi la seguridad de no volver a salir. El Psoe -que a veces se descarga en los comunistas- tenía más chekas que el PC, muy bien equipadas y con sillas eléctricas que se llevaron la vida de miles. Tras los tres años de asesinatos y tormentos, de persecuciones salvajes, de incendios, de robos, que quemas de libros y bibliotecas, España se vió en la necesidad de hacer justicia, aunque los crímenes se habían realizado en la zona que hoy llaman “republicana” sin que la democrática e inexistente “República” moviera un dedo para impedirlos.

No es lo mismo matar a inocentes que no cometieron delitos -ni graves ni menudos-, sólo por ideas, religión, profesión o codicia. Aquella legalidad fue tan rotunda que fueron asesinados todos los diputados que no pertenecían al Frente Popular y que no consiguieron huir a tiempo de zona roja. Y algunos del Frante Popular también.

Tras multitud de sumarios, vinieron los juicios y, también, las ejecuciones de los asesinos, ordenadas por tribunales que usaban las leyes en vigor durante la República. Ya se ha dicho que no son lo mismo las víctimas asesinadas que los asesinos castigados conforme a la ley que aquellos mismos asesinos habían votado. Leyes republicanas.

Todo viene al caso de una recomendación leída a los comunistas: se diga lo que se diga sobre aquello, no es verdad. Palabra de Comunista. Todos la jerarquía comunista salió de España y no sufrió bajas hasta que, demasiado optimistas, fueron a Moscú, donde el camarada Stalin hizo con ellos una carnicería. Con soviéticos y con españoles.

Quien quiera palabras históricas que desenmascaran el talante democrático de aquellas fieras corrupias, puede leer en Ignacio Ruiz-Quintano, la moderada opinión de La Pasionaria, que se pasó 50 años clamando que la guerra no había terminado. Lean y admírense del camino que parece señalar la ley de memoria borrada: “Hemos esperado durante 39 años, y esperaremos alguno más, pero después nuestra venganza durará cuarenta veces 39 años. Se lo prometo”. Dolores Ibarruri, en “Il Borghese”, 1974. Si este proyecto ya no vale, que lo declaren los comunistas, Izquierda Unida entera, porque no lo han hecho y desde el 74 acá han tenido sobradas oportunidades.

También estuvieron los rojos no fujitivos, los que desde aquí empezaron a dar lecciones de tolerancia y de cambio de tortilla, que preveían mortífero los muy legales republicanos. Así, Juan Benet, “Valladolisoletano” como decía Arniches con chunga”, alzó la voz cuando Solzhenitsin salió de los campos de concentración rusos y tuvo, de paso el Premio Nóbel. Un mindundi no era.

“Creo firmemente -escribió Benet en Cuadernos para el Diálogo, en 1976- que mientras existan gentes como Alexandre Zolzhenitsin perdurarán y deben perdurar los campos de concentración. [ Clásico remedio socialcomunista, pregunten en Laos o Camboya] Tal vez deberían estar un poco mejor custodiados a fin de que personas como Solzhenitsin, en tanto adquieren un poco de educación [llamaron y llaman “Reeducación a los trabajos en régimen de esclavitud y hambre], no puedan salir a la calle. Pero una vez cometido, nada me parece más higiénico que las entidades soviéticas (cuyos gustos y criterios respecto a los escritores rusos subversivos comparto con frecuencia) busquen el modo de sacudirse semejante peste”.

Benet tenía muy mala pluma, tanto en la cosa de escribir como en la de odiar a muerte. Pudo recordar entonces que los comunistas tenían un buen sistema de sacudirse semejante peste de intelectuales: dejarlos morir de hambre, dejarlos inútiles con sobrecargas de medicamentos para enfermos mentales, o, lo más impresionante, venderlos a tantos dólares por cabeza a Occidente, a través de Berlín. Exportaban subversivos y ganaban su dinerito, como en un bazar de esclavos. Y se dice “bazar” adrede.

Llegados aquí, es necesario tomar una sentencia de D. Nicolás Gómez Dávila que cita también Ruiz-Quintano:

“La falsificación del pasado es la manera como la izquierda ha pretendido elaborar el futuro”. Porque la historia que nos colocan con mucho tremolar de banderas moradas que no usaban, es una versión bonita de la propaganda comunista y socialista que se hizo del 36 al 39, que, aunque engañó poco entonces, engaña mucho más ahora.

El pasado del socialcomunismo es un fantasma del que se quieren librar. Lo niegan. Lo callan. Hasta se ha podido ver la foto de un niño muerto al que se exhibía como asesinado por la aviación de Franco. La foto está sacada de la Causa General, donde se mostraron algunos de los asesinados en aquel matadero de la Casa de Campo, en Madrid.

Como siempre, el Socialcomunismo y su imaginación perversa ha sido, es y será un peligro para la paz social y para la verdad de hoy y de ayer.

Arturo ROBSY.