sábado, 25 de octubre de 2008

ES LA MEMORIA DEL PSOE LA QUE SE CARGAN

   Es la memoria del Psoe la que se cargan. Lo demás, la cacería de muertos y el advenimiento de un Nürember mesetario, sólo son efectos colaterales improvisados por los colaterales correveidiles, puros tiralevitas estrechos de pecho.

La memoria de estos socialistas de ahora tiene un gran trauma, un golpetazo que, de 1931 a 1939, ahogó España en falta de libertad, tiranía, indefensión, persecución, robos, mseria, hambre, toturas y muerte producida a gran escala. No es algo que se pueda olvidar por los que dicen ser continuadores y herederos de los rojos de entonces, de aquel socialismo de boina, alpargata y paseo final.

Nadie, salvo la osadía del ignorante, sería capaz de asumir aquel nombre y aquellos recuerdos. Pero como se trata de capturar el poder para los próximos cien años, han debido tragarse la píldora, del modo en que lo hace el socialismo desde el siglo XIX. No son culpables. Lo que hay que conocer es la memoria de los otros, que ya les han fabricado desde la propaganda de guerra del momento y desde sitios parisinos como el Ruedo Ibérico.

Nadie se llevó el oro de Banco de España, dos veces, como regalo para el tirano Stalin. Nadie saqueó el museo del Prado, que se pudo recuperar gracias a Pétain y los alemanes, que son los que llevan la fama de trincar arte mientras otros cardan la lana: Visítese el Hermitage. Nadie avasalló más bancos ni apandó más joyas. Nadie hizo contrabando de armas desde el mismo año 1931. Nadie declaró la República Catalana, dos veces. Nadie forzó, a tiros, un golpe de Estado, fracasado en 1934, dejando miles de muertos. Nadie pasó años, antes, anunciándolo como necesidad y victoria. Ni Nerón, con todos lo demás emperadores juntos, mató más cristianos.  Y sin deportividad. La castración es costumbre socialista, no lo dude. Y la violación con dinamitado.

Por eso el Psoe, desde su regreso, debe desmemoriarse. Perder el contacto con sus orígenes, con sus costubres mongolas y con sus vergonzosas derrotas cuando disponía de los mayores medios para la victoria, salvo, quizá, la enorme desventaja del sectarismo.

Se hizo, pues, lo evidente para un cerebro socialista: echar culpas a los demás, especialmente las propias. Al principio, eran las turbas, las masas en manifestación, los intelectuales erigidos desde una ideología parecida al beso de Judas los que anunciaban la buena nueva. La desmemoria del Psoe, voluntaria y, a veces, química, dejó un vacío que se ha debido llenar con otra culpabilidad por aquellos tiempos malos, aprovechando la gigantesca inversión hecha en la maldicion universal de Alemania. Basta con colgar de ese tren engalanado, a Franco y a los falangistas. A fin de cuentas, el Tercer Reich participó en la guerra de Liberación y bombardeó Guernica, suponiéndola repleta de judíos.

Pasen y vean a Franco en el papel de Hitler y a los  pistoleros falagistas representando a as SS. El propio Freud vería claro a través de estas traslaciones de responsabilidad y de personalidad. Aquí -se diría- hay una culpabilidad como el Aconcagua. No asumen, estos chicos no asumen y se han hecho un mundo paralelo.

De ministro en ministro y de historiador dócil a dócil intelectual de fabricación propia, se pasan las hambres de la historia fingiendo que ahora mismo están veciendo a Franco, al fin, atrapado en  la tumba de la Memoria Histórica. Pero lo que hacen es lo que Freud ha dicho: agacharse ante la propia responsabilidad, que les horroriza cuando llega la hora de los fantasmas.

Arturo ROBSY, Rector Explícito.