miércoles, 12 de diciembre de 2007

LEYES VAN DO QUIEREN ALCALDES

LEYES VAN DO QUIEREN REYES y asimilados.

Esto es parte de la sabiduría popular española condensada en el refranero, pero también de los conocimientos mundiales de sociología del oprimido.

Milenios de padecimiento de leyes y de reyes lo corroboran y son pocos los momentos humanos que han estado libres de esta costumbre. Quien dice "reyes" dice además presidentes, autócratas, validos, grandes compañías o sátrapas. Alcaldes y guardias municipales de Harrelson.

Sencillo mecanismo: se escriben grandes principios con potentes apelaciones a justicia y libertad. Desde esos principios dicen que se hacen las leyes y, cuando te enteras, te prohiben afirmar alguna virtud de Franco, por ejemplo, y mucho más comparar justicias mejores con esta de ahora.

Debes por tu bien, además, procurar pensar como se debe, o sea, como ellos, que creen tanto en la libertad si, previamente, eres socialcomunista. Si no, ni agua. Si no, hostigamiento con cargo al presupuesto del estado o del municipio. Desdichado el hombre que no nace rojo, y peor si, además, no es tonto".

Contra mi casa y contra mí -disculpa que hable de mí un poco aunque no tenga el ego inflamado del cacique- se han hecho algunas maravillas famosas en tierras de socialistas sueltos. Me pusieron ante la puerta principal, apenas a un metro de ella, tres contenedores para basuras. Los guardias municipales sólo sabían decirme, en cumplimiento de la ley, que se trataba de "una decisión política". Eso lo justifica todo. Pero era una concejala roja que nos quería hacer pagar nuestra notable desafección. Han dado permisos que dejaban nuestra casa hundida y sin luz entre edificios, como en el fondo de un abismo y han perdido un expediente que empezó el inspectosr, con fotos y todo. Han reformado de tal modo la recogida de aguas pluviales que, cuando llueve, nos llegan a casa (y la inundan) infinitos metros cúbicos de mala baba. Inútil protestar. Inútil todo, porque debo comprender que ellos mandan y que yo debo callar pero que, aún callando, me la he ganado. Pueblerinos duros de mollera y fanáticos como obispos luteranos.

Hecho el retrato de esas gentes, muy por encima, paso a lo que me sucedió hace apenas un mes. Es divertido aunque indicativo, por decirlo de un modo sociológico.

Llegan dos guardias municipales del municipio socialista: el poli bueno y el poli malo. El poli bueno se pasa la escena en silencio, pero sonríe comprensivo. El poli malo empieza la actuación golpeando la puerta como un ariete de esos que se usan para echarlas abajo. La puerta, además, está entreabierta, es decir que no hace falta ser tan rudo y poderoso. Desde el interior, un familiar impedido dice repetidamente "Adelante" y "Está abierto". Ni flores. Sigue el asalto.

De alguna profundidad lejana llego, abro y me hago cargo de la visita. En teoría aquellos dos números se presentan para avisarme de que alguien -y me niegan saber quién- vió "ayer" un chorro gordo de agua en mi jardín. Me avisan por si es una fuga de la red y me piden explicaciones. Digo que nada de chorro porque "ayer" no llovió y esos chorros son las aguan de lluvia que han dirigido cuidadosamente para inundarme la casa.

¿Misión cumplida? Oh, no. El poli malo me pide entonces el DNI. Le digo que otra vez será,hermano. No hay razón para que el guardia que viene a darme un aviso, que es de agradecer, me pida la documentación, habida cuenta de que sabe en casa de quién está y, por lo tanto, con quién habla y a quién pretende fastidiar.

-Ustedes son del Ayuntamiento y allí disponen de todos mis datos. Se llama ventanilla única, o así.
-Yo no soy del ayuntamiento, me responde, quizá con encriptación, porque, al menos lleva uniforme municipal y gorra con ajedrez.
-Si usted lo dice...
-Además -ojo al dato- es para mi propia base de datos. No le tengo visto a usted

¿Hace falta explicar lo que contiene una frase como ésta? Aquel tipo indica que procurará no quitarme la vista de encima. Y no ha terminado la intención de coaccionar:

-¿Es usted de aquí?. Y las preguntas no paran, quizá es un complejo de Gestapo y busca a un judío enmascarado: "¿Es el dueño de la casa? ¿Cómo se llama? ¿Número de teléfono? y sucesivamente, hasta que llega a "Nombre del Padre". Me fastidio y respondo: "Está muerto". "Es igual", me dice el poli malo. Confío en que no quisiera significar que "daba igual la muerte de mi padre" y que fuera un comentario al hecho de que estaba tratando de reproducir a boli mi DNI. Gente ridícula no falta y este parecía dispuesto a hacerme sentir el peso de su importancia municipal. Los hay así. Además, sabía tan poco de mi que estaba claro que había sido enviado en alguna "decisión política", como la de las basuras a domicilio.

No suele gustarme que los desconocidos, con o sin uniforme, me digan que da igual que mi padre haya muerto. Me lo tomo como ofensa. Con mucha educación les digo que me alegro de que hayan venido, porque quiero mostrarles algo de verdad serio. La trasera de la casa da a un estacionamiento municipal y entre este y chez moi ha dejado el Ayuntamiento un despeñadero de 7 metros. Por otro lado del parquing, también con despeñadero, hace poco que un chico se cayó a lo profundo. Hubo suerte y no murió. Y hubo mala suerte y el alcalde y su colla no se molestaron en arreglar esos lugares peligrosos de la ciudad.

-En tiempo de fiestas -les explico- pongo hasta guardias de seguridad para que no se caiga la gente y se me mate en casa. Es un gasto humanitario.

Las cosas siguieron por ese derrotero y se deshizo la alegre reunión. Claro que yo sabía, al despedirnos, varias cosas: Que era raro que, para advertirme de una posible avería de agua en mi jardín, se me pidiera el DNI y se me sometiera a interrogatorio siendo que en el Excmo. Ayto obraban todos los datos. Que, además, aquel guardia eficiente y preguntón NO se me hubiera identificado como tal. O sea, a estas alturas no sé si me interrogó un policía municipal o un amateur.

Así que llamé a la sede de los polis y me respondió él mismo. Oiga, que no sé quien es usted, le dije, y si alguien se cae por ese talud quiero poder decir que le comuniqué el peligro que había.

-Aquí -dijo- no somos nombres, sino números. Bueno: acabó diciéndome que no me daría su nombre, ea. Y muy enfadado. Recuerdo que metía bastante ruido por la línea, no sé si ofendido.

Me dió luego su número, que me repitió dos veces. Bien. El Guardia sin Nombre, número Tal, creía haberse identificado, ¿o no lo creía? Porque un experto en números policiales me confirmó la natural sospecha: me había dado un número demasiado largo y extraño. Falso. No lo sé, pero me fío del informante.

Es decir que, aplicando el racionalismo, no sé quién me vino a dar la lata, pero sí lo sé. Y sé algo más, porque la vida es sapiencia: que el guardia X no era del ayuntamiento -él lo dijo- y que el responsable de métodos tan extravagantes y surrealistas es el alcalde socialista de Alayor, que no controla a su grey. De quien, de paso, no diré que no importan las bajas que pueda haber habido en su familia. Si las hubo, las siento.

Dios le bendiga, pero sólo con ocasión de ser Navidad, y que baje la velocidad máxima de la chulería que los ciudadanos debemos aguantar sin ponernos a nuestra vez chulos. O sea, clases de urbanidad y cortesía.

Arturo ROBSY